miércoles, 9 de mayo de 2012


La censura en Coronada y el toro










    En estos años se presentan a censura Los españoles bajo tierra o El infame jamásLa carroza de plomo candenteCoronada y el toro (1975), Sombra y quimera de Larra (No más mostrador)El combate de Ópalos y TasiaEl paño de injurias(1976), El baile de los ardientes, una versión de La paz, de Aristófanes (1977), yDelirio del amor hostil (1978). Además, se presentan de nuevo algunos textos que ya habían pasado antes por la censura, como Pelo de tormenta (1975), que es leída por cuarta vez, o Es bueno no tener cabeza, de la que se presenta en 1976 una versión modificada. Como veremos, muchos de estos expedientes están incompletos, aunque, según se indica en la ficha del autor, todas estas obras fueron autorizadas, y según se deduce de sus respectivos números de expediente, lo fueron poco después de haber sido realizada la petición.



    Además, según ha comentado el autor, la prohibición de Pelo de tormenta guarda estrecha relación con la escritura de Coronada y el toro, especialmente en la creación del personaje del Hombre-monja:



    “Varias veces intenté su comienzo como obra dramática. No me salía nada. […] Pero un buen día empezó a salirme sin dificultades. Lo hacía con el berrinche de la prohibición por la censura de Pelo de tormenta. Al parecer, la censura eclesiástica veía en aquella no sé cuántas abominaciones. ¡Qué cosa tan abominable son a la vez los curas, cuando se les da mano larga! Parecía que después escribía por venganza “Voy a hacer del ‘Hombre-monja’, ridículo y afeminado —un pobre ‘mariquita’ de pueblo— la propia figura de Dios, desconocido y maltratado.”



    Presentada en noviembre de 1975 por el grupo Marauña, dicha obra se autorizó un mes más tarde, con cortes en cuatro de sus páginas y visado vinculante, tras ser enjuiciada por el Pleno. En la primera lectura, Manuel Díez Crespo encontró en ella “una crítica de denuncias y represiones ambientadas en un pueblo con [...] alcaldes mandones y tópicos de ordeno y mando”, aunque no por ello la prohibió. Para F. Martínez Ruiz, el “airado tópico de Nieva” aparecía “de alguna manera más suave e inteligible aquí, en esta comedia de niveles rurales”. Más explícito, Alfredo Mampasoseñalaba que “Estamos ante una obra de teatro político”, y explicaba: “El autor la incluye en lo que él denomina ‘obras apocalípticas de Teatro Furioso’ y con ella pretende una ‘liquidación irónica de la España negra’”. Este censor supeditó su voto al del censor eclesiástico debido a que “el tratamiento de ciertas ceremonias” y el comportamiento del Hombre-Monja podían vulnerar la Norma 14ª. Finalmente, el religioso Jesús Cea la encontró “inadmisible”, tanto “por la manera de ridiculizar a los personajes religiosos” como “por los ritos que se exhiben”, y señaló que incurría en las normas 14ª (art. 1º y 2º) y 17ª, por lo que pasó a ser leída por el Pleno.



    Ya en el Pleno, hubo cinco votos prohibitivos frente a cuatro aprobatorios, a pesar de lo cual el texto se autorizó, probablemente por intervención de algún superior. En su mayor parte, fueron motivos religiosos los que determinaron los dictámenes prohibitivos; así, encontramos juicios como: “es una burla de la religión católica” (A.Albizu); “escenas como la de esa especie de misa negra […] sería rechazada por la mayor parte del público —y por todo el público civilizado— hasta en los países más progresivos del mundo” (A. de Zubiaurre); “colección de irreverencias que, en ocasiones, llegan a lo blasfemo” (J. M. García-Cernuda); “inadmisible por su intención [...] y por su burla sarcástica de la Iglesia y de la religión” (J. Vasallo); todos ellos redactados por censores que votaron por la prohibición. Otros motivos esgrimidos para prohibirla fueron su obscenidad y la negativa imagen de España que en ella se proyectaba. Así, Moreno Reina escribió:




    “Exposición en un pueblo castellano, de una España embrujada, supersticiosa, en unas escenas desagradables y obscenas de una de las principales protagonistas que son dadas en las costumbres de la época, hacen a mi juicio imposible e improcedente su representación.”



    Sin embargo, hubo también quienes se mostraron partidarios de autorizar esta obra, incluso para representaciones comerciales, como Pedro Barceló, quien resaltaba su gran calidad dramática; este censor se refería a ella como “una especie de gran rosario herético, pero de gran valor dramático”, si bien advertía que habría que vigilar el ensayo general y eliminar algunas escenas, como la de “la masturbación de Coronada” o la de “los niños en las tapias urinarias del cementerio”. Por lo demás, añadía, “creo que el tono desgarrado, desfigurante y crispado de la obra, la hacen viable, sobre todo si se cuenta con un montaje digno y una compañía seria”. También Juan Emilio Aragonés emitió un dictamen aprobatorio, en este caso sin cortes, aunque advertía que habría que prohibirla si se seguían de cerca las Normas de Censura:



    “Comencé suprimiendo conceptos epicenos: “Hombre-monja” o “Madre-cura”, pero dado el carácter de farsa desaforada de la obra, entiendo que procede su aprobación sin cortes... o su prohibición total, si nos atenemos a las vigentes Normas.”



    Otros censores que la autorizaron confesaban no haber entendido demasiado esta obra, como Luis Tejedor, que la definió como “incongruencia sin explicación”, así como “ininteligible en todo momento”, o Antonio Albizu, quien señaló que se trataba de una “Obra simbólica de muy difícil interpretación”, aunque advertía que su sentido crítico quedaba claro con las explicaciones que el autor daba en la introducción.



    En cuanto a su valoración artística, varios censores encontraron en esta obra influencias de Valle-Inclán. Así, Aragonés se refirió a su “lenguaje entre popular, esotérico y culturizante, heredero de Valle-Inclán”; también Barceló vio la similitud con Valle, pues escribió: “España vista en un espejo deformante”; Díez Crespo la definió como “una especie de esperpento con influencias de la novela picaresca y de Valle-Inclán, sobre todo en ciertos mimetismos de lenguaje". Mampaso acusó igualmente la influencia valleinclaniana, pero, a diferencia del anterior, encontró un tratamiento "muy personal":



    “Su técnica es la de una farsa carnavalesca en la que los personajes se presentan con una aguafuerte de figuras caricaturizadas, que se mueven entre el teatro del absurdo, el humor negro o el sentido trágico de las estampas valleinclanescas. Todo ello con un estilo personal y con una proyección a temas muy actuales, tratados con la óptica de un observador crítico que destruye cuanto los personajes de ficción representan. [...].”




Berta Muñoz Cáliz, El teatro crítico español durante el franquismo, visto por sus censores, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2005.

http://www.xn--bertamuoz-r6a.es/censura/indice.html












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