sábado, 31 de diciembre de 2011




En Así que pasen cinco años,  “El Joven no es sólo el protagonista, sino la obra misma propiamente.”



     El tema de los personajes en esta obra, envueltos en simbología, que parecen salidos de un sueño y visten como en tal, merece que nos detengamos un momento considerable en él. Y para ello hemos seleccionado la parte de la editorial Cátedra que se refiere a los personajes de la obra puesto que es muy aclaratoria.


Los personajes
(Introducción a la obra de la editorial Cátedra)

“Lo primero que llama nuestra atención es el alto número de participantes que requiere el reparto: veintidós personajes, incluyendo animales (El Gato), objetos (El Maniquí), figuras de la Commedia dell’Arte (Arlequín y Payaso), más seis figuras raras y silenciosas que pueblan el bosque en el cuadro primero del tercer acto. A saber: dos máscaras con el rostro y manos pintadas de blanco, otras dos que entran más adelante y dos criados con libreas azules y rostros palidísimos.

Señalaremos como primer carácter distintivo el hecho de que todos estos personajes son presentados únicamente por su nombre genérico; con una excepción, la de Juan, El Criado, cuyo nombre propio es necesario para alguien que debe ser llamado o interpelado a distancia. Lorca utiliza este mismo sistema en otras obras, dando sólo uno o dos nombres propios como en La zapatera prodigiosa, en Bodas de sangre, en Doña Rosita, y desde luego en las “irrepresentables”, incluyendo Comedia sin título.

Es sabido que la identificación de personajes por su edad, profesión, relación familiar, etc., evitando nombres propios, es una característica del teatro expresionista. También lo es la utilización de figuras simbólicas, máscaras, animales u objetos humanizados o deformados, o la inclusión de movimiento de ballet o pantomima, aunque esto no quiera decir que tales recursos no puedan también relacionarse con el surrealismo. Además de la tendencia genérica, señala Andrew Anderson, el uso de bloques de personajes indistinguibles entre sí, vistiendo elegantemente de etiqueta, descripción que encaja con los tres jugadores del cuadro último de nuestra obra, pero que corresponde también al carácter formal de la indumentaria de los demás participantes en la Leyenda del Tiempo, que ayuda, por cierto, marcadamente a la identificación de su simbolismo.

Citemos como ejemplos, el impecable chaqué gris de El Viejo; el traje de niño en tamaño de adulto del Amigo 2º, blanco con enormes botones azules, chaleco y corbata de rizados encajes; la exagerada bata de cola con grandes lazos y encajes, rayana en lo cursi, de La Novia; El Padre, vistiendo traje negro con guantes blancos, ridículamente formal en su propia casa; El Joven, en el primer cuadro del tercer acto, a la última moda del año 30, tal como viste el poeta en sus fotografías de Nueva York, de sport, nickers grises y medias de lana a cuadros azules o con el elegante frac en el cuadro final; sin contar el auténtico traje de “máscara” de La Máscara Amarilla; o para terminar, el atuendo de La Mecanógrafa en el acto 3º, primer cuadro, que añade a un traje de tenis una boina de color fuerte, indefinido, y una capa larga.

Pero lo remarcable es que la mayor parte de esta larga lista de caracteres será vista por corto tiempo y en uno sólo de los actos. Así, de los ocho actores del primer acto, tres no volverán a ser vistos. Los cuatro nuevos personajes del segundo acto no pasarán al tercero. De los trece que figuran en el primer cuadro del tercer acto, únicamente encontraremos a dos en el cuadro final, donde habrá también cuatro nuevos actores no conocidos hasta entonces. Resumiendo: solamente un personaje, El Joven, está presente en toda la obra. El Viejo que le acompaña, no le sigue al cuadro final. El Criado aparece en el primero y ambos cuadros del tercer acto. Diríamos, pues, que El Joven no es sólo el protagonista, sino la obra misma propiamente.

Entendemos, así, que la relativa rapidez con que la mayoría de los participantes pasa ante nuestros ojos no dará lugar a un estudio psicológico detenido. Son “ideas vestidas”, tal como definió el propio Lorca a sus criaturas, cuya caracterización no puede profundizar mucho más allá del propio símbolo representado.

Pero debemos señalar ya, no obstante, la importantísima excepción que constituyen dos personajes inigualables: El Niño y El Gato –que es gata. Ambas psicologías, de niño y niña, están magistralmente conseguidas en un dúo de ternura e ingenuidad infantil elevado a la más alta calidad poética.

De los caracteres femeninos, destacan en primer lugar, las dos mujeres, entre las que se debate la vida de El Joven, que personifican dos formas de amor. La sensualidad exacerbada, trazada con matices irónicos de La Novia, contrasta con el amor idealizado hasta la irrealidad de La Mecanógrafa. Pero la primera, con toda su urgencia, vive el amor, cree sentir ya al hijo futuro en las entrañas, mientras la segunda sueña, y anhela tanto ese amor que no sabe reconocerlo cuando llega a tenerlo presente. En el marco de lo imprevista aparece un tercer personaje femenino: La Máscara Amarilla. Su historia aberrante es de frustración completa, no fue sólo abandonada por su amante, hipotético conde italiano, sino que su hijo acaba de morir, abandonándola también. Sumida en la confusión de diferentes planos de temporalidad, presente y pasado quedan fundidos para ella. No sabemos bien en cuál vive o cree vivir.

En el primer acto el tema del Tiempo ocupa el diálogo de El Joven y sus tres alter egos. Lorca está haciendo lo que hiciera ya Góngora, que como él mismo nos dice: “Dobla y triplica la imagen para llevarnos a planos diferentes” necesarios “para redondear la acción y comunicarla con todos sus aspectos”. Desdobla, pues, nuestro poeta el pensamiento de su personaje central en proyecciones humanizadas de futuro, presente y pasado, muy al estilo, precisamente, que hubiera hecho Calderón en un auto sacramental. De los tres caracteres resultantes, Viejo, Amigo 1º y Amigo 2º, es El Viejo el que permanece como inseparable del protagonista. Es la personificación del Tiempo, pero en un aspecto muy original. No es Cronos, no conserva de éste más que la calidad de anciano irritable, no esperemos guadañas, ni clepsidras, a que nos remitiría la simbología inmediata, porque no representa tal concepción de Tiempo absoluto. Es tiempo humano, limitado, espacio de tiempo futuro que queda desde el presente a la muerte, que se va consumiendo con cada acción, con la realización de los hechos. Es éste el Tiempo a que alude el subtítulo de Así que pasen cinco años. De aquí que El Viejo asuma cierto papel de guardián o director de El Joven, al que aconseja siempre la inacción, la espera, puesto que el tiempo se gasta y hay que hacerlo durar para que no llegue la muerte. Evitará así la palabra “años” sustituyéndola por cualquier otra (“Porque si ella tiene quince años puede tener quince crepúsculos o quince cielos”), o cambiará la conjugación para no utilizar un tiempo pasado y dirá: “Se me olvidará el sombrero” en lugar del impronunciable “Se me olvidó.” Por eso aparece herido cuando El Joven intenta “consumir” su vida, buscándola en el amor. Lo volveremos a ver por última vez al fin del primer cuadro del tercer acto, ya mal herido porque queda muy poco tiempo, pero ese plazo de vida restante, corto o largo, hay que intentar agotarlo también. Por eso insiste: “Vamos a no llegar, pero vamos a ir.”

El Amigo 1º, uno de los caracteres trazados con cierto detenimiento, ejemplifica la vitalidad, la acción. Está lanzado al presente, a la vida, gozando de todo cuanto ésta puede poner a su alcance, mujeres, alcohol, hombres si es necesario. La personalidad de El Amigo 2º, entregado al recuerdo, deseando sumirse en el pasado, queda plasmada en el magnífico poema de “La suite del regreso” incorporado a la obra como fin del acto primero.

Pero este joven vive encerrado entre los cuatro muros de su biblioteca. Su miedo a la vida se trasluce en su rechazo del mundo exterior, del ruido de la calle, del movimiento. “Están las cosas más vivas dentro que ahí fuera, expuestas al aire o a la muerte” –le aconseja El Viejo. Su repulsión por el presente le lleva a posponer la fecha de su encuentro con la mujer, con el amor, fijando un plazo detenido en una arbitraria dilación de cinco años vagamente justificados, igual que lo es la motivación del largo viaje de La Novia. Vive en un tiempo estático que se va consumiendo, mientras justifica sin demasiada precisión la dilación de la espera, proyectando al mismo tiempo todo recuerdo hacia el futuro. “Hay que recordar hacia mañana”, le insiste El Viejo. Nuestro protagonista parece padecer una aparente apatía o timidez sexual. “Quisiera querer –dice- como quisiera tener sed delante de las fuentes.” No se trata exactamente de un caso de impotencia como algunos críticos han querido ver, sino más bien de un abúlico desinterés, y si el Amigo 1º en su desenfrenado vitalismo le empuja a una lucha momentánea de posible tinte homosexual, participa en el juego con la misma desgana y alejamiento que presenta ante su amor por La Novia.

Tiene, desde luego, El Joven un evidente parentesco con Don Perlimplín, que refugiado entre libros, huyendo de la vida, llegó a viejo sin haberla vivido. Sin embargo, para Francisco García Lorca no se trata de un personaje pasivo porque “asistimos a su dolorosa lucha por vivir desviviéndose, y esa lucha es la que se dramatiza”. Su angustia vital lo mantiene paralizado. Más que vivir, sueña o espera.

Pero su fracaso ante La Novia y la acusación de El Maniquí que lo culpa duramente por su inacción, lo hacen despertar súbitamente a la realidad. No ha habido ni hay aún mujer en su vida, y el deseo de paternidad se hace acuciante en él. Su vida también tiene un plazo que el Tiempo va destruyendo. Debe rápidamente encontrarse a sí mismo en el amor por la mujer y en el hijo no nacido. Pero es demasiado tarde. Frustrado, perdido en la espera y en la inútil busca de lo ya pasado, El Joven tiene que morir. Su nombre abstracto, después de todo, lleva implícita su temporalidad.

El Maniquí del vestido de novia, objeto humanizado, se alza a categoría de personaje conectado con el tema de la frustración amorosa. Símbolo usual, por el contrario, de la feliz ceremonia del triunfo del amor, de la unión erótica que implica la esperanza de fecundidad, queda fijo en un punto equidistante entre la Novia y La Mecanógrafa. Muy utilizado por el surrealismo, y por el propio Lorca, debemos suponerlo aquí como El Maniquí de escaparate que reproduce tradicionalmente embellecida, pero con exactitud, la figura femenina agrandada por la longitud de la cola del vestido y los largos velos blancos. No se trata del maniquí de modista o sastre, sin brazos ni cabeza, a modo de torso amputado. En tal forma, con un tinte siniestro, lo veremos en el cuadro final, despojado del velo, convertido en objeto mudo que aunque condenado al polvo del desván permanecerá en escena presenciando la muerte de El Joven.

La Criada de La Novia, entre la larga serie de retratos de criadas andaluzas que Lorca hace pasar del recuerdo familiar a su teatro, es como excepción joven, y en oposición a La Novia su visión del amor es lírico-romántica con el intencionado tinte cursi de comedia realista a que pertenece como personaje.

El Padre que participa también del mismo ambiente de comedia, es casi una caricatura, Viejo distraído “delicadamente” miope, con su cara de color rosa y peluca blanca está literalmente en la luna, lo mismo en el acontecer de su casa que en la contemplación de eclipses.

En la intrusión de las dos figuras de la comedia del arte en el acto tercero hay algo desconcertante. Payaso y Arlequín no corresponden exactamente a su carácter tradicional, frívolo y de pantomima ligera, ya sea teatral o de carácter circense. Aquí son dos figuras extrañas, siniestras (“La cabeza empolvada del Payaso da una sensación de calavera”, advierte la acotación) y sus palabras entre irónicas y melancólicas, los sitúan muy por encima de la acción como conocedores de todo lo pasado y lo por pasar. Encargados de encaminar a los que se pierden en el bosque hacia la única salida, el circo “lleno de espectadores definitivamente quietos”, parecen desempeñar un incierto papel de criados o introductores de la muerte.

Por lo que respecta a La Muchacha, personaje menor, pero muy lírico, puede representar quizá el salto atrás en el tiempo de La Mecanógrafa. Nos basamos en el recuerdo de ésta en el primer acto de un tiempo más lejano, cuando El Joven en “pequeñito”, un niño, al que ella, niña enamorada, contemplaba desde arriba, asomada a su balcón, mientras él, indiferente, jugaba abajo. Es esta línea afectiva bien marcada de arriba abajo la que se repite en la búsqueda de La Muchacha de un amante al que el tiempo ha ido hundiendo siempre en la vertical hasta el punto más lejano posible: el fondo del mar.

Juan, El Criado, carácter fantasmal que se desliza en silencio, siempre andando en la punta de los pies. Parece quedar como situado al margen, estar hecho de otra materia que el resto de los personajes. Diríase que es consubstancial con la biblioteca, ya que aparece las tres veces que se repite este decorado. Es testigo mudo, pero es el que sabe todo lo que ocurre entre la habitación cerrada y la calle o el exterior. Su papel es el de mediador entre el dentro y el fuera y es el que con su candelabro encendido, a modo de cirio funerario, entra en escena ya muerto El Joven, poniendo fin al drama.

Quedan por mencionar, finalmente, los tres jugadores. Fríamente correctos, elegantísimamente vestidos, fracs y largas capas de raso, emulan el atavío y la conducta estereotipada desde su estreno en el teatro de Nueva York en 1927, del Conde Drácula, el vampiro. Aunque el blanco de las capas no corresponda al atuendo de éste último, es color que en la simbología lorquiana nos representa a la muerte, cuya presencia física aparece en este caso desdoblada en tres alter egos, que, como ya indicamos, comenta progresivamente –siempre cerrando el círculo de la obra de principio a fin- la suerte de cada unos de los tres alter egos del protagonista que conocimos en el primer acto.”







viernes, 30 de diciembre de 2011

FEDERICO GARCÍA LORCA (1898-1936). GENERACIÓN DEL 27

Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada, 5 de junio de 1898 – entre Víznar y Alfacar, ibídem, 18 de agosto de 1936) escribió poesía, teatro y prosa. Se le adscribe a la llamada Generación del 27 y es el poeta de mayor influencia y popularidad de la literatura española del siglo XX. Como dramaturgo, se le considera una de las cimas del teatro español del siglo XX, junto con Valle-Inclán y Buero Vallejo.

Murió ejecutado tras la sublevación militar de la Guerra Civil Española, por su afinidad con el Frente Popular y por ser abiertamente homosexual.

Sus obras se alimentan de obsesiones -amor, deseo, esterilidad- y de claves estilísticas constantes. La variedad de formas y tonalidades nunca atenta contra esa unidad cuya cuestión central es la frustración. Hemos escogido dos de sus obras más importantes, y muy diferentes: “Así que pasen cinco años” (1931) y “La casa de Bernarda Alba” (que por circunstancias de su asesinato fue su última obra).

“Así que pasen 5 años” es una de las creaciones mayores del teatro de Federico García Lorca. Pieza novísima en forma y contenido fue el resultado del ambicioso proyecto del poeta de “crear un teatro nuevo, avanzado de formas y teoría” que había de originar el deseado “Teatro del porvenir”.

Deteniéndonos en esta obra “vamos a no llegar, pero vamos a ir.”

¿Sabíais que “Así que pasen 5 años” fue equivocadamente considerada durante mucho tiempo como obra inacabada? Esto se debió a un desgraciado error del editor de su primera edición, ya que es, en realidad, la única de las llamadas “comedias imposibles”, que ha llegado a nosotros completa.

También fue declarada irrepresentable. No es de extrañar puesto que esta obra o, como nos gusta a nosotras llamarla por su tremendo lirismo: “poema dramatizado”, fue demasiado novedosa y original, tal vez respondiendo a la aspiración del poeta hacia un teatro total, puro a través de la más completa simbiosis de los conceptos de poesía y teatro y supuso una ruptura en la forma de escribir y de entender el teatro que nos lleva a formularnos la eterna pregunta con la que tenemos el debate garantizado: ¿EXISTE TEATRO PARA LEER? Así formulada y para nosotras como actrices… ¿qué queréis que os respondamos? Obviamente el teatro no es teatro si no se representa y, si no, que se lo pregunten a los “Seis personajes en busca de autor” de Luigi Pirandello.

Según el crítico Ricardo Gullón: “Antes de opinar sobre una pieza teatral conviene verla representada. La lectura no basta […] el lirismo escuchado facilita la comunicación”.

Pues en esta obra de Lorca la pregunta tiene su más fiel respuesta, como hemos dicho antes, ¡fue declarada irrepresentable! Está claro que tanto El Público como Así que pasen cinco años son obras complicadas que necesitan de tiempo y de reflexión pero, como dijo Mora Guarnido después de asistir a una representación en Montevideo: “la escena aclaraba en su acción no pocos efectos que quedaban oscuros o sin perfil en la simple lectura”. Por eso, la falta de estreno de esta obra en España hizo que quedase como inconclusa, non-nata.

El mismo Lorca, le explicó a Margarita Xirgu la obra que le proponía estrenar y ésta no logró “verla” como realización escénica, le pareció “irrealizable teatralmente” e “incomprensible para el público” aunque Lorca le dijera que “se desarrollaba fuera del tiempo y de la realidad, en la cabeza del protagonista”. Años más tarde se mostraba arrepentida de esa decisión.

Primer acto:

[…]

Joven:  
¡Nunca! Por ahora no puede ser.
Por causas que no son de explicar.
Hasta que pasen cinco años.

Lorca no da explicaciones del porqué de la espera, alejándose así de una tradición objetiva del teatro, ya sea romántica, realista o naturalista, y acercándose, en cambio, al simbolismo y al expresionismo. Pero no podemos dejar de plantearnos por qué cinco años y, es escalofriante, que esta obra fuese casi una premonición, ya que Lorca fue fusilado justo cinco años después de escribirla (1931). Esta obra está llena de agonía acerca del destino humano, expresada en el eterno juego del tiempo, el amor y la muerte. De hecho, su subtítulo es “Leyenda del tiempo”.

Amigo 2º:
Yo vuelvo por mis alas,
dejadme volver.
Quiero morirme siendo,
siendo ayer.
Quiero morirme siendo
siendo amanecer.

El plazo de cinco años se presenta al principio de la obra como el tiempo que le viene impuesto al protagonista para poder casarse con su amada, la cual tiene quince años y ha emprendido un viaje que justamente durará cinco años. Pero antes de acabar el primer acto, un personaje, el Amigo 2º, señala que: “dentro de cuatro o cinco años existe un pozo en que caeremos todos”. Y este plazo aparece reiteradamente en la obra: cuando el protagonista es rechazado por su amada, vuelve a buscar a la mecanógrafa que estaba enamorada de él, para casarse con ella y saciar su anhelo de amor y de paternidad. Pero, inexplicablemente, ella le vuelve a imponer un plazo de cinco años para casarse. Esos cinco años nunca llegan pues el protagonista muere.

    El presente, el pasado, el futuro ¿en cuál de ellos vives?… El tiempo es relativo y el hombre que sólo espera, encuentra la muerte en vida. Cinco años son una eternidad y a la vez un instante.

domingo, 4 de diciembre de 2011


Diferentes puestas en escena de Los intereses creados

Los Intereses Creados (1907)


Fecha: 09 de diciembre de 1907
Lugar: Teatro Lara Ubicación: Madrid, España
Esta producción fue un enorme éxito. El público interrumpe con frecuencia el desempeño con los estallidos de aplausos. Intérpretes: María Guerrero, Fernando Díaz de MEndoza, Emilio Thuillier, Emilio Mesejo, Ricardo Puga.




Los Intereses Creados (1911)


Escena del acto primero en la representación de 1911.
Lugar: en el
Teatro Español Ubicación: Madrid (1911). Intérpretes: Enrique Borrás, Rafaela Abadía, Manrique Gil, José López Alonso, Celia Ortiz.



Los Intereses Creados (1922)

Intérpretes:
Lola Membrives





Jacinto Benavente, 1922, el año en el que recibe el premio Nobel de Literatura.



Los Intereses Creados (1956)
Fecha: 1956 Intérpretes: Manuel Dicenta, María Dolores Pradera, Andrés Mejuto, Milagros Leal, Alfonso Muñoz, José Sancho Sterling, Társila Criado, Félix Navarro.



Los Intereses Creados (1960)
Fecha: 1960 Intérpretes:
Luis Prendes, Irene López Heredia, Berta Riaza, María Teresa Padilla, Manuel Díaz González.

Los Intereses Creados (1980)
Fecha: 1980. Intérpretes:
Francisco Piquer, José Antonio Suances, José Cela, María Álvarez, Isabel María Pérez, María Mesa.

Director: José Sancho. Fechas: desde octubre de 2010 a diciembre 2010. Lugar: Teatre Rialto Ubicación: Valencia, España
En esta producción, más de 20.000 personas asistieron al espectáculo.
El director José Sancho interpreta el papel de Crispín.
Intérpretes:
José Sancho, José Montesinos, Juansa Lloret, Manolo Ochoa, Alicia Ramírez, Elena Seguí, Paula Bares, Estela Martínez.


VÍDEOS:

Obra completa, retransmitida por TV2
http://www.youtube.com/watch?v=3hYTNWK3Q28


http://www.youtube.com/watch?v=awoBoyxtR5w
Aquí os dejamos este enlace de la obra de “Los intereses Creados”, producida por el Centro Teatral de la Generalitat y dirigida por José Sancho, que se estrenó en el Teatro Rialto el 6 de octubre del 2010 y a la que tuvimos el placer de asistir y ver actuar a uno de nuestros profesores, José Montesinos, en el papel de Leandro.



Los Intereses Creados (1992)Dirección: Gustavo Pérez Puig. Fecha: 1992 Intérpretes: José Sazatornil, Juan Carlos Naya, Félix Navarro, Paco Camoiras, Nicolás Romero, María Granell, Vicente Haro, Encarna Abad, Elvira Quintillá.



Los Intereses Creados (2007)
Director: Luciano Francisco Comella Fecha: julio 2007 Lugar: Teatro Prometeo, Miami-Dade College Ubicación: Miami, Estados Unidos.
Esta producción fue en español con subtítulos en inglés.



Los Intereses Creados (2010)


viernes, 2 de diciembre de 2011

 
 
Crispín y Leandro


La influencia de la Commedia dell’Arte es muy patente en “Los intereses creados”, sobre todo en los personajes (arlequín, el criado, el galán-enamorado, el señor, la enamorada…). Pero vamos a detenernos en los dos personajes principales: Crispín y Leandro, entorno a los cuales gira la acción dramática.


 
El nivel simbólico de Crispín y Leandro


La pareja de Crispín-Leandro, es una variante de la tradicional pareja criado-amo del teatro clásico español. Pero la novedad de Benavente salta a los ojos; no hay en su comedia un señor a quien su criado ayuda, sino dos bellacos: un falso señor y un falso criado.
 

Podemos decir que el mundo idealista de Leandro, sólo puede funcionar en virtud del mundo materialista de Crispín (materialismo del criado, idealismo del señor). Es decir, representan dos mundos inseparables, sin Crispín no puede Leandro realizar sus ideales, ya que el mundo idealista del amo sólo puede funcionar en el mundo práctico y materialista del criado, y por el contrario, sólo sirviendo el criado al amo, puede triunfar el primero y ser admitido su sistema de valores.
 

Según Jean-Paul Borel, en “El Teatro de lo Imposible”, en ellos hay dos tendencias opuestas: una espiritual y desinteresada y otra material e interesada egoístamente. Según las circunstancias hacemos que salga la parte conveniente, dándose así una doble significación:

Por un lado un hombre “puro” e “íntegro” hace que otro, (un criado, un empleado), haga todo lo que su honestidad le impide hacer. Así descargará su conciencia, siempre se “portará bien” y logrará sus fines. Aparentemente es “desinteresado”.


Por otro lado, ya no en relación de dos personas sino en “el interior de uno mismo”, en lugar de utilizar a alguien para que haga lo que uno “no es capaz de hacer”, se atribuye a este “mal hombre” que todos llevamos dentro, esa otra parte de nuestro ser, algo que “es mas fuerte que yo”. Así el honor queda a salvo (como cuando utilizamos a otro). La culpa esta en nuestro temperamento, confirmándolo estas palabras de Crispín:


“Todos llevamos en nosotros un gran señor de altivos pensamientos, capaz de todo lo grande y de todo lo bello. . . Y a su lado, el servidor humilde, el de las ruines obras, el que ha de emplearse en las bajas acciones a que obliga la vida... Todo el arte está en separarlos de tal modo que cuando caemos en alguna bajeza podamos decir siempre; no fue mía, no fui yo, fue mi criado. En la mayor miseria de nuestra vida siempre hay algo en nosotros que quiere sentirse superior a nosotros mismos. Nos despreciaríamos demasiado si no creyésemos valer más que nuestra vida. . . Ya sabéis quién es mi señor: el de los altivos pensamientos, el de los bellos sueños. Ya sabéis quién soy yo: el de los ruines empleos, el que siempre muy bajo, rastrea y socava entre toda mentira y toda indignidad y toda miseria Sólo hay algo en mí que me redime y me eleva a mis propios ojos. Esta lealtad de mi servidumbre esta lealtad que se humilla y se arrastra para que otro pueda volar y pueda ser siempre el señor de los altivos pensamientos, el de los bellos sueños.”


El Honor
 

El honor es un tema que esta presente durante toda la obra y aunque pueda parecer como en un segundo plano, afecta a varios personajes por diferentes motivos. Se trata en este caso de un honor relacionado con “el que dirán”:


- Silvia, sería la portadora de la idea de que el honor es el bien más alto y no se puede concebir un amor puro sin él, cuando va a ver a Leandro sin importarle la opinión social.
- Esta preocupación la vemos también en algunas actitudes de Polichinela, cuando consiente el matrimonio de su hija para no perder el honor conquistado por su dinero.
- Otro sería Leandro, empeñado en proteger a Silvia de cualquier comentario mal intencionado.


    Éste era el código del honor contemplado y juzgado por la sociedad burguesa en el que la murmuración implicaba el deshonor.








domingo, 27 de noviembre de 2011



JACINTO BENAVENTE (1866 - 1954). Los intereses creados




   Jacinto Benavente (Madrid 1866-1954), fue el menor de los tres hijos de un reconocido pediatra. Al igual que Valle-Inclán, estuvo estudiando Derecho hasta que falleció su padre, momento en que abandonó los estudios para emplear su herencia en vivir la vida a su gusto y orientarse hacia la creación literaria, en especial al teatro, en el que participó como actor, guionista, empresario y crítico periodístico.

En 1907, estrenó su obra más importante: Los intereses creados. En la que Crispín y Leandro, unos pícaros españoles, tratan de engañar a un rico italiano. El extraordinario éxito de la obra motivó que se adaptase al cine en la temprana fecha de 1911; proyecto en el que también participó Benavente. En 1922 le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura (premio que, con razón o sin ella, fue muy discutido, y lo sigue siendo hoy en día).

Muy lejos de lo que estaba sucediendo en el teatro europeo del siglo XX (con André Antoine, Stanislavski, Ibsen, Chejov…). España sigue produciendo obras para la burguesía acomodado cuyo objetivo al asistir al teatro dista mucho del aprendizaje. Y el rey de este tipo de obras fue, por excelencia, Benavente que escribía para la burguesía acomodada, que si iba al teatro no era precisamente para aprender, ni para pensar, sino para sociabilizarse, ver y dejarse ver.

Aún así, de una manera sutil, introduce una crítica al mismo público siempre endulzada a través de un lenguaje exquisito. Dejaba caer un mensaje atronador con tal verborrea que el público siempre salía del teatro contento y aplaudiendo. Qué gran político hubiese sido Benavente.

Para comenzar, no tiene desperdicio el extenso monólogo con que el protagonista y rey de las artimañas, llamado Crispín comienza la obra, explicando y justificando previamente la misma a modo de prólogo. Como quien cuenta un cuento a unos niños y les prepara para entrar en ese mundo imaginario en el que todo está justificado porque es farsa, o como el anestesista que cuenta hasta diez hasta que pierdes la consciencia, pudiendo así destriparte y volverte a coser sin que sientas dolor alguno.

PRÓLOGO
Recitado por el personaje Crispín:
“He aquí el tinglado de la antigua farsa, la que alivió en posadas aldeanas el cansancio de los trajinantes, la que embobó en las plazas de humildes lugares a los simples villanos, la que juntó en ciudades populosas a los más variados concursos, como en París sobre el Puente Nuevo, cuando Tabarin desde su tablado de feria solicitaba la atención de todo transeúnte, desde el espetado doctor que detiene un momento su docta cabalgadura para desarrugar por un instante la frente, siempre cargada de graves pensamientos, al escuchar algún donaire de la alegre farsa, hasta el pícaro hampón, que allí divierte sus ocios horas y horas, engañando al hambre con la risa; el prelado y la dama de calidad, y el gran señor desde sus carrozas, como la moza alegre y el soldad, y el mercader y el estudiante. Gente de toda condición, que en ningún otro lugar se hubiera reunido, comunicábase allí su regocijo, que muchas veces, más que de la farsa, reía el grave de ver reír al risueño, y el sabio al bobo, y los pobretes de ver reír a los grandes señores, ceñudos de ordinario, y los grandes de ver reír a los pobretes, tranquilizada su conciencia con pensar: ¡también los pobres ríen! Que nada prende tan pronto de unas almas en otras como esta simpatía de la risa. Alguna vez, también subió la farsa a palacios de príncipes, altísimos señores, por humorada de sus dueños, y no fue allí menos libre y despreocupada. Fue de todos y para todos. Del pueblo recogió burlas y malicias y dichos sentenciosos, de esa filosofía del pueblo, que siempre sufre, dulcificada por aquella resignación de los humildes de entonces, que no lo esperaban todo de este mundo, y por eso sabían reírse del mundo sin odio y sin amargura. Ilustró después su plebeyo origen con noble ejecutoria: Lope de Rueda, Shakespeare, Molière, como enamorados príncipes de cuento de hadas, elevaron a Cenicienta al más alto trono de la Poesía y el Arte. No presume de tan gloriosa estirpe esta farsa, que, por curiosidad de su espíritu inquieto os presenta un poeta de ahora. Es una farsa guiñolesca, de asunto disparatado, sin realidad alguna. Pronto veréis cómo cuanto en ella sucede no pudo suceder nunca, que sus personajes no son ni semejan hombres y mujeres, sino muñecos o fantoches de cartón y trapo, con groseros hilos, visibles a poca luz y al más corto de vista. Son las mismas grotescas máscaras de aquella Comedia del Arte italiano, no tan regocijadas como solían, porque han meditado mucho en tanto tiempo. Bien conoce el autor que tan primitivo espectáculo no es el más digno de un culto auditorio de estos tiempos; así de vuestra cultura tanto como de vuestra bondad se ampara. El autor sólo pide que aniñéis cuanto sea posible vuestro espíritu. El mundo está ya viejo y chochea; el Arte no se resigna a envejecer, y por parecer niño finge balbuceos… Y  he aquí cómo estos viejos polichinelas pretenden hoy divertiros con sus niñerías.”

Solamente leyendo el prólogo podéis intuir que el teatro de Benavente es discursivo, estático y con evidente predominio del diálogo. Aunque, concretamente en "Los intereses creados" presenta una acción más dinámica y un lenguaje más funcional. Pero, aún así, una de las críticas que podemos hacerle a Benavente es el uso excesivo de la palabra y el predominio de ésta sobre la acción. Menos mal que el hecho de que la acción de la obra se localice en una ciudad imaginaria del siglo XVII, libera un poco la reproducción del estilo y del lenguaje. Porque, eso sí que es innegable, su penetración y conocimiento de la lengua castellana son tan destacados, que llega hasta el punto de introducir hábiles críticas sobre el mal uso que de él se hace en los ambientes cotidianos.

A su vez, también emplea una gran variedad de recursos: la ironía, "¡Nadie hable aquí de pagar, que es palabra que ofende!". Frase que pronuncia Crispín; la paradoja, la alusión velada, los juegos de palabras, por ejemplo: "Nada importa tanto como parecer, según va el mundo, y el vestido es lo que antes parece"; la intención implícita y las situaciones humorísticas.

Para todo ello, en el discurso de sus textos emplea un diálogo fácil, chispeante y relampagueante, en el que, volvemos a repetir, predomina el verbalismo sobre la acción:

RISELA. - Ahora vemos, señora Polichinela, que con todas vuestras riquezas no sois menos desgraciada.
SEÑORA DE POLICHINELA. - No lo sabéis, que algunas veces llegó hasta golpearme.
LAURA. - ¿Qué decís? ¿Y fuisteis mujer para consentirlo?
SEÑORA DE POLICHINELA. - Luego cree componerlo con traerme algún regalo.
SIRENA. - ¡Menos mal! Que hay maridos que no lo componen con nada.

   Pero sobretodo, nos ha llamado mucho la atención, la sutileza de la ironía con que denuncia la manipulación que del entendimiento puede hacerse desde medios jurídicos, políticos o informativos, con la alteración de la sintaxis y lexicografía. Nada lejos de la realidad.

   Por ejemplo, en la conclusión de “Los intereses creados”, donde una sentencia acusatoria se convierte en exculpatoria, con la simple transposición de una coma:


   CRISPÍN. -Y ahora, Doctor, ese proceso, ¿habrá tierra bastante en la tierra para echarle encima?
   DOCTOR. - Mi previsión se anticipa a todo. Bastará con puntuar debidamente algún concepto… Ved aquí: donde dice… “Y resultando que si no declaró…”, basta una coma, y dice: “Y resultando que sí, no declaró…” Y aquí: “Y resultando que no, debe condenársele”, fuera la coma, y dice: ‘“Y resultando que no debe condenársele...”
   CRISPÍN. -¡Oh, admirable coma! ¡Maravillosa coma! ¡Genio de la Justicia! ¡Oráculo de la Ley! ¡Monstruo de la Jurisprudencia!
   DOCTOR. - Ahora confío en la grandeza de tu señor.
   CRISPÍN. - Descuidad. Nadie mejor que vos sabe cómo el dinero puede cambiar a un hombre.
   SECRETARIO. - YO fui el que puso y quitó esas comas…
   CRISPÍN. - En espera de algo mejor… Tomad esta cadena. Es de oro.


   Según la introducción del libro de la Colección Antares, todo ello, parte de la combinación de dos componentes de la tradición literaria: La comedia del arte italiano del siglo XVI-XVII, y la comedia española del siglo de oro del mismo período. Esta es la combinación que proporciona a la pieza una cierta “distancia irónica”, un efecto de alguna forma antidramático que permite profundizar en la reflexión de los temas principales. En este distanciamiento juegan un papel decisivo los personajes a manera de guiñol: Colombina, Polichinela, Arlequín, Pantalón. Son como arquetipos estéticos sociales, ya que no es posible fijarlos -por su irrealidad- en la sociedad española de su tiempo. 


   A ello contribuye también cierta peculiaridad de los diálogos, por ejemplo, en las conversaciones entre Leandro y Crispín, el espectador tiene la sensación de una especie de desdoblamiento, como si el monólogo se convirtiera en un diálogo. Es decir, cada uno de ellos parece estar hablando con su otro “yo”:


   CRISPÍN. - ¡En qué poco te estimas! Pues qué, un hombre por sí, ¿nada vale? Un hombre puede ser soldado, y con su valor decidir una victoria; puede ser galán o marido, y con dulce medicina curar a alguna dama de calidad o doncella de buena linaje que se sienta morir de melancolía; puede ser criado de algún señor poderoso que se aficione de él y le eleve hasta su privanza, y tantas cosas más que no he de enumerar. Para subir, cualquier escalón es bueno.

   Podemos afirmar que el intelecto semántico de Benavente llega incluso a exceder claramente del de otros autores.








miércoles, 16 de noviembre de 2011
















Divinas palabras. Atalaya Teatro
http://www.youtube.com/watch?v=A0bv_lN8Azo

Divinas palabras. Compañía Lope de Vega
http://www.youtube.com/watch?v=R8TyNQ5_J_8

Divinas palabras. Dirección: Gerardo Vera. Versión: Juan Mayorga
http://www.youtube.com/watch?v=cNjSkpeTXps

FILMS:

Divinas palabras. Versión mexicana.

Trailer. Divinas palabras. 1987. Director: José Luis García Sánchez. Reparto: Ana Belén, Francisco Rabal, Imanol Arias, Esperanza Roy, Aurora Bautista, Juan Echanove, Nicolás Dueñas, Antonio Gamero.







sábado, 5 de noviembre de 2011

Diferentes puestas en escena de Divinas Palabras

PRODUCCIÓN EN ESPAÑOL


Fecha: 24 de marzo 1933 Lugar: Teatro Español Ubicación: Madrid, España.
   La forma en que Valle-Inclán logró inyectar el sentimiento y significado en cada papel que desempeñó fue elogiado por los presentes.


Divinas palabras (Cipriano Rivas Cherif, España, 1933)

Director: Cipriano Rivas Cherif Fechas: 16 de noviembre 1933 Lugar: Teatro Español Ubicación: Madrid, España
   Esta producción resultó problemático y desagradable para algunos críticos conservadores de derecha. Por el contrario, los demás fueron loables de la producción y
Margarita Xirgu la interpretación es de Mari-Gaila, en particular, que algunos críticos contrastan con el desempeño de Enrique Borràs como su esposo Pedro Gailo. Pedro Gailo, se asociaba a los rituales obsoletos y la decadencia, mientras Mari-Gaila, se equiparaba con la vitalidad y la reinvención.


Divinas palabras (José Tamayo, España, 1961)


   Puesta en escena de Divinas palabras dirigida por José Tamayo (1961). Reportaje fotográfico de Gyenes. Esta fue la primera gran producción de una obra de Valle-Inclán que tendrá lugar durante el régimen de Franco en España.
   Puesta en escena dirigida por José Tamayo (1961). Reportaje fotográfico de Manuel Martínez Muñoz.


Nati Mistral , durante la representación de Divinas Palabras, 1961


   El 17 de noviembre de 1961, José Tamayo estrena 'Divinas palabras', en el Teatro Bellas Artes. La puesta en escena de Tamayo, que inaugura este teatro, se convierte en un éxito histórico y hoy forma parte de la Historia del Teatro español. Ese éxito supone también la consagración de Nati Mistral.


Divinas palabras (Juan Ibáñez, México, 1964)

Director: Juan Ibáñez Fecha: 1964 Lugar: Teatro El Caballito Ubicación: Ciudad de México, México
Esta producción también fue al Festival Internacional de Teatro en Nancy, Francia, en 1964.


Divinas palabras (Jorge Lavelli, Argentina, 1964)
Director: Jorge Lavelli Fechas: 1964 Lugar: Teatro Coliseo Localización: Buenos Aires, Argentina
La conocida actriz María Casares española (1922-1996) desempeñó el papel de Mari-Gaila. La prensa argentina elogió su actuación como si estuviera llena de "vivacidad e ingenio juguetón insolente”.


Director: Víctor García Productora: Compañía de teatro de Nuria Espert Fechas: octubre 1975 Lugar: Teatro Auditorio Ubicación: Palma de Mallorca, España.
   Esta producción no fue muy bien recibida, a diferencia de las producciones internacionales de la obra. Varios críticos del momento, sugieren varias razones: la falta de familiaridad con la obra de Valle-Inclán entre el público español, así como el hecho de que la producción tuvo valentía reinventando y cambiado algunas partes del texto, para disgusto de algunos críticos. 
   La actriz Nuria Espert (que interpretó a  Mari-Gaila), también trabajó como asistente de director de Víctor García en esta producción, que tuvo una elaborada puesta en escena. 


Divinas palabras (César Oliva, España, 1983) 
Director: César Oliva Fecha: 1983 Lugar: Teatro Estable Julián Romea Ubicación: Murcia, España


Divinas palabras (Juan Ibáñez, México, 1988) 
Director: Juan Ibáñez Fecha: 1988 Lugar: Teatro Principal Ubicación: Guanajuato, México


Divinas palabras (Ricardo Iniesta, España, 1998)



Director: Ricardo Iniesta compañía de producción: Compañía de Teatro Atalaya Fechas:  10 de marzo de 1998 Lugar: Teatre Joventut Ubicación: Barcelona, ​​España
Esta producción ganó el Premio Nacional Ercilla.


Divinas palabras (Gerardo Vera, España, 2006) 




Director: Gerardo Vera. Fecha: año 2006. Lugar: Teatro Valle-Inclán. Ubicación: Madrid (España).
Esta versión fue adaptada por Juan Mayorga.


Divinas palabras (Gerardo Vera, Estados Unidos, 2007)

Director: Gerardo Vera Fechas: 07 2007 Lugar: Teatro Rose Localización: Nueva York, Estados Unidos
El columnista de The New York Times encontró la impactante obra, señalando que "no es para los aprensivos" 
(2007) .
   Hampton, Wilborn. 2007. "Implacable desolación e indignación, con ninguna circunstancia atenuante. Revisión de Divinas palabras en el Teatro Rose, New York, The New York Time, 28 de julio de 2007.
   La producción se llevó a cabo en español con subtítulos en Inglés.

Divinas palabras (Compañía Atalaya, 2011)

      
     Atalaya es compañía concertada con la Junta de Andalucía y una de las cinco de todo el país con mayor consideración por el Instituto Nacional de Artes Escénicas (INAEM) del Ministerio de Cultura.
     La compañía funciona como equipo de investigación teatral desde su creación, en 1983. En este tiempo, ha recorrido medio millar de ciudades de una treintena de países (la mayoría de habla no hispana) y participado en cerca de 150 festivales. Su último gran éxito ha sido precisamente en el Fringe Festival de Beijing (China), donde por primera vez se representó a Valle con subtítulos en mandarín.
     El actual equipo estable de Atalaya ha obtenido una veintena de premios (incluido el Premio Nacional de Teatro, 2008, que recibió coincidiendo con su 25 aniversario. Desde su creación en 1946, fue la primera vez que el galardón recayó fuera de Madrid o Barcelona); por obras como Ariadna, Medea,  Elektra o la propiaDivinas Palabras.
     En esta última, Atalaya ha profundizado en la clave del grotesco, con predominio, en algunas escenas y personajes, de la crueldad, de lo onírico o de lo festivo. Para ello ha contado con la ayuda de algunos maestros: Karuna Nair y Joh Kalamandalam (Teatro Kathakali, India), I Made Djimat (Teatro de Bali), Genadi Bodganov (Biomecánica, Rusia), Claudia Contin (Comedia del Arte, Italia) y Pei YangLin y Guo JingChun (Ópera de Pekín), influyen en la construcción de los personajes.

   Divinas Palabras' Valle Inclán-Atalaya en el Centro TNT de Sevilla. Éste es uno de los montajes más celebrados de Atalaya sobre una de las obras cumbres del teatro en lengua castellana, con el que recorrió más de 130 ciudades del mundo. En 2009 una nueva puesta en escena extrayendo lo mejor de la anterior ha recorrido diversos festivales de Europa y América. El 2 de octubre recogió el II Premio "Antero Guardia" en Úbeda.  
   Diez años después de obtener el Premio Nacional Ercilla y el número uno de la crítica de Barcelona, Atalaya ha retomado "Divinas palabras", la obra más universal del genial dramaturgo gallego. 


PRODUCCIÓN EN INGLÉS


Divinas palabras y el cine

José Luís García Sánchez


   

Título: Divinas palabras
Título original: Divinas palabras
País: España
Año: 1987
Fecha de estreno: 15/09/1987
Duración: 107 min.
Género: Drama
Calificación: No recomendada para menores de 13 años
Reparto: Ana BelénFrancisco RabalImanol Arias, Esperanza Roy, Aurora Bautista, Juan Echanove, Víctor Rubio, Rebeca Tébar, Francisco Merino, Tito García
Distribuidora: Laurenfilm
Productora: Lux Film, Lolafilms


Juan Ibáñez



CINE CLÁSICO MEXICANO
Una película de Juan Ibáñez
Con base en la obra de Ramón del Valle Inclán

Dir: Juan Ibáñez.
País: México
Año: 1977.
Guión: Juan Ibáñez, basado en la obra homónima de José María Ramón del Valle lnclán.
Fotografía en C.: Gabriel Figueroa.
Música: Lucía Álvarez.
Edición: Gloria Schoemann.
Con: Silvia Pinal (María Galia), Guillermo Orea (Pedro Galio), Martha Verduzco (Marica), Javier Estrada (Laureano), Mario Almada (Séptimo Miau)...
Duración: 100 minutos.
Premios: 2 Arieles, Premio especial Festival de San Sebastián.


Divinas palabras y la música
- En la ópera con Antón García Abril. 
- Pendercki y Valle-Inclán: música y religión.
- Milladoiro: una banda sonora.