viernes, 2 de diciembre de 2011

 
 
Crispín y Leandro


La influencia de la Commedia dell’Arte es muy patente en “Los intereses creados”, sobre todo en los personajes (arlequín, el criado, el galán-enamorado, el señor, la enamorada…). Pero vamos a detenernos en los dos personajes principales: Crispín y Leandro, entorno a los cuales gira la acción dramática.


 
El nivel simbólico de Crispín y Leandro


La pareja de Crispín-Leandro, es una variante de la tradicional pareja criado-amo del teatro clásico español. Pero la novedad de Benavente salta a los ojos; no hay en su comedia un señor a quien su criado ayuda, sino dos bellacos: un falso señor y un falso criado.
 

Podemos decir que el mundo idealista de Leandro, sólo puede funcionar en virtud del mundo materialista de Crispín (materialismo del criado, idealismo del señor). Es decir, representan dos mundos inseparables, sin Crispín no puede Leandro realizar sus ideales, ya que el mundo idealista del amo sólo puede funcionar en el mundo práctico y materialista del criado, y por el contrario, sólo sirviendo el criado al amo, puede triunfar el primero y ser admitido su sistema de valores.
 

Según Jean-Paul Borel, en “El Teatro de lo Imposible”, en ellos hay dos tendencias opuestas: una espiritual y desinteresada y otra material e interesada egoístamente. Según las circunstancias hacemos que salga la parte conveniente, dándose así una doble significación:

Por un lado un hombre “puro” e “íntegro” hace que otro, (un criado, un empleado), haga todo lo que su honestidad le impide hacer. Así descargará su conciencia, siempre se “portará bien” y logrará sus fines. Aparentemente es “desinteresado”.


Por otro lado, ya no en relación de dos personas sino en “el interior de uno mismo”, en lugar de utilizar a alguien para que haga lo que uno “no es capaz de hacer”, se atribuye a este “mal hombre” que todos llevamos dentro, esa otra parte de nuestro ser, algo que “es mas fuerte que yo”. Así el honor queda a salvo (como cuando utilizamos a otro). La culpa esta en nuestro temperamento, confirmándolo estas palabras de Crispín:


“Todos llevamos en nosotros un gran señor de altivos pensamientos, capaz de todo lo grande y de todo lo bello. . . Y a su lado, el servidor humilde, el de las ruines obras, el que ha de emplearse en las bajas acciones a que obliga la vida... Todo el arte está en separarlos de tal modo que cuando caemos en alguna bajeza podamos decir siempre; no fue mía, no fui yo, fue mi criado. En la mayor miseria de nuestra vida siempre hay algo en nosotros que quiere sentirse superior a nosotros mismos. Nos despreciaríamos demasiado si no creyésemos valer más que nuestra vida. . . Ya sabéis quién es mi señor: el de los altivos pensamientos, el de los bellos sueños. Ya sabéis quién soy yo: el de los ruines empleos, el que siempre muy bajo, rastrea y socava entre toda mentira y toda indignidad y toda miseria Sólo hay algo en mí que me redime y me eleva a mis propios ojos. Esta lealtad de mi servidumbre esta lealtad que se humilla y se arrastra para que otro pueda volar y pueda ser siempre el señor de los altivos pensamientos, el de los bellos sueños.”


El Honor
 

El honor es un tema que esta presente durante toda la obra y aunque pueda parecer como en un segundo plano, afecta a varios personajes por diferentes motivos. Se trata en este caso de un honor relacionado con “el que dirán”:


- Silvia, sería la portadora de la idea de que el honor es el bien más alto y no se puede concebir un amor puro sin él, cuando va a ver a Leandro sin importarle la opinión social.
- Esta preocupación la vemos también en algunas actitudes de Polichinela, cuando consiente el matrimonio de su hija para no perder el honor conquistado por su dinero.
- Otro sería Leandro, empeñado en proteger a Silvia de cualquier comentario mal intencionado.


    Éste era el código del honor contemplado y juzgado por la sociedad burguesa en el que la murmuración implicaba el deshonor.








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